Interview

Imprenta El Farellón

Si la fe puede mover montañas, también puede hacer que no se muevan. Conversación con Ramón Muñoz Cárdenas.

Patricio Truenos —

Visita a Coyhaique

El año pasado, cerca de esta misma fecha, visité Coyhaique, Patagonia chilena. Tenía que ir al cementerio de la Isla de los Muertos en Caleta Tortel para registrar el epitafio de una cruz para un proyecto de rescate tipográfico. Este tipo de viajes son mis favoritos porque uno se entrega a todo lo que pueda pasar, y dentro de las muchas cosas que pasaron, un día, en una librería del centro acompañando a mi amigo Roco, vi una versión nueva del Silabario Hispanoamericano de Adrián Dufflocq.

Le pregunto a la vendedora por el valor y ella me dice que nadie compra el silabario. En ese momento, mi amigo Roco, ya cercano a la vendedora porque había ido a comprar muchos materiales para la exposición que estaba preparando en el Museo Regional de Aysén, le comenta que yo era tipógrafo.

—¿Cómo tipógrafo? —me dice.

Ya sé que la pregunta es porque la tipografía es una tecnología antigua y ya no es un oficio común.

—Sí, hago letras en el computador —le respondo para anticiparme a su duda.

—¡Qué lindo! Entonces tienes que ir aquí a la vuelta, a la Imprenta El Farellón —la vendedora hizo magia.

Partí a buscar la imprenta, que estaba en esa misma cuadra. Entré a un taller antiguo, máquina y muros llenos de papeles, y ahí vi a una persona trabajando. A veces hablo muy rápido porque las palabras me brotan y otras veces no sé qué decir. Ahora ocurrió lo segundo. No sabía cómo partir la conversación. Estaba en la puerta de la imprenta, viendo las máquinas antiguas, analizando qué era lo que estaba viendo. Entonces, me saluda una persona y solo le pregunto si puedo visitarlo mañana.

Para tener una referencia de dónde estaba, Coyhaique queda a dos horas y media en avión desde Santiago hacia el sur (1.300 km); es como ir a Buenos Aires (1.100 km) o también puede ser un viaje de tres días por tierra y mar, aunque esa es otra historia. Fue fundada por los pioneros el 12 de octubre de 1929, primero con el nombre de Baquedano y en 1934 cambió a Coyhaique. Así que es una ciudad nueva. Los pioneros tenían la misión de hacer patria, aprovechar la tierra, extraer lo que se pudiera, hacer casas y calles… civilizar. La civilización para esos años no era concebida sin la iglesia y sin una imprenta.

Imprenta El Farellón

Al siguiente día, me recibió Ramón Muñoz Cárdenas, de 73 años ese día, 74 al momento que escribo esto. Partí con mis preguntas que no paran. Ramón nació en Chiloé, en San Javier, frente a Dalcahue. En 1954 su familia viajó al sur con destino Comodoro Rivadavia, Argentina, motivados por las promesas y sueños que nacían con el progreso, consecuencia del auge petrolero. Pararon en Coyhaique que en ese momento era la Provincia de Aysén, hoy región de Aysén y se quedaron.

Ramón entró a trabajar en la Imprenta El Farellón a los 15 años. La imprenta fue fundada y dirigida por el periodista Padre Alfonso Massignani Siervo de María del Vicariato Apostólico de Aysén de la Iglesia Católica el 12 de octubre de 1962. El Padre Alfonso, fue enviado desde México el año 1957 a esa región brava e inhóspita, como el mismo define, y de condiciones precarias a dirigir este proyecto. El objetivo de la imprenta era producir un periódico y también la evangelización, los dos enfoques clásicos de la imprenta. Pasado un tiempo en los años 70, Ramón asumió la administración. Siguió con el equipo de trabajo original, pero poco a poco el auge de la imprenta decayó por lo digital, reduciendo su operación solo a él.

Ramón diseñando en computador.
Detalles de papeles encontrados en la imprenta.

Ramón me cuenta que hubo un momento en que les pedían muchos trabajos: estampas de primera comunión, licencias de educación media, recuerdos de graduaciones, comunicaciones, estatutos de cooperativas, algunas cosas políticas, libros de poesía. Un tiempo los documentos como las boletas, facturas y órdenes de compra seguían siendo impresos con clichés y tipos móviles, pero fue la tecnología quien terminó por digitalizar todos esos documentos, hoy hechos con típica máquina de tickets. Ahora todo es computación, como dice Ramón.

Yo estaba ahí por la imprenta de tipos móviles, entonces miraba mucho las máquinas que estaban siendo un tipo de estantería poco efectiva para otras cosas del taller. Ramón se dio cuenta, me mostró las máquinas y echó a andar un motor. Generalmente entiendo esto como un rito de iniciación, como apertura al detalle, a los secretos, a la memoria y también al tema del viaje: la magia.

El taller tenía los muros llenos de imágenes, fotos de trabajadores, recuerdos, estampas religiosas impresos ahí mismo, fotos de personas que fueron parte de la historia de la imprenta, fotos de las motos de Ramón, fotos del equipo baby fútbol Artes Gráficas. ¡Imagínate, un grupo de tipógrafos tan grande que podían armar un equipo! Y tres máquinas entre italianas y chinas.

—Aquí el tiempo se detuvo —me dice—. Como tú ves el taller, es casi igual que el primer día de la imprenta. La primera máquina llegó, sacaron el frontis para que entrara, se puso aquí al centro y la máquina no se movió más.

Equipo de baby fútbol Artes gráficas
Recuerdo de Ramón usando la máquina Optima
Archivo de la producción de imprenta El Farellón
Mapa de Coyhaique impreso con cliches.

La fe y el progreso mueven montañas

Para mí un farellón no era diferente a una montaña, pero un farellón es un tipo de formación rocosa única que rompe o sobresale del mar o la tierra. A las afueras de Coyhaique, en el camino que va a Puerto Aysén, había un farellón. Era tan importante en el paisaje que fue el motivo del nombre del periódico: El Farellón. Hoy ese farellón no existe, fue reemplazado por un tunel.

Cuadro del Farellón, imagen cortesía de Ramón Muñoz.

Los farellones, familiares de las montañas, no deberían moverse. Por eso el dicho de que la fe mueve montañas, aunque la realidad es que, por más que pensemos que la montaña está detenida en el tiempo, es solo porque hablamos con la unidad de medida de tiempo humano. Las montañas siempre se han movido, solo que a una velocidad que el ojo humano no logra ver. Otra opción para mover montañas es meterle máquinas, grúas y explosivos, dar la orden de moverla. Es cosa de días para cambiar un paisaje.

Hablamos por teléfono al momento de publicar este texto. Hablamos sobre que la imprenta sigue en pie, sobre cómo obrar y la actitud que hay que tener frente a lo que ocurre en la vida.

Pienso que de cierto modo la imprenta está protegida.

—Protegido, por eso ha durado tanto esta imprenta —le digo.

—Protegido —retruca— hasta de incendios. Esta historia es muy larga. Este año cumplo 60 años en la imprenta. —me dice mientras saca el calculo de los años— La imprenta ha pasado por todo. La imprenta y Yo hemos permanecido con el tiempo. Para que tú veas que la fe mueve montañas a veces. Quien no tiene fe y camina por cuenta propia es como una barca sin timón, azotada por las olas y el viento en la tempestad de la vida; pero quien tiene a Dios en su vida, no hay caso que lo derrumben. Eso yo lo sé porque lo he vivido.

Detalle puerta de la imprenta.
Ramón Muñoz Cárdenas al frente de la imprenta.

Pienso en el dicho, pienso en la montaña moviéndose, en este caso El Farellón cerrando. Quizás el dicho ahora tiene más sentido así: “Si la fe puede mover montañas, también puede hacer que una montaña no se mueva” o “Si la fe puede mover montañas, también puede hacer que El Farellón siga funcionando por más tiempo”.

Este texto fue corregido junto a Ramón, quien me envió más imágenes y compartió más información sobre la imprenta. Una de esa imágenes fue un texto con la información fundacional de la imprenta y parte con un texto que pienso que es el mismo que tiene que cerrar este texto.


"Hagamos el elogio de aquellos hombres ilustres que fueron nuestros padres. Hay hombres de los que no se conservan memoria: murieron, y como si no hubieran existido; vivieron y es como si no hubieran vivido ni dejado descendencia.

¡Qué diferentes fueron aquellos hombres de bien! Sus méritos jamás se han olvidado; han dejado una posteridad que los prolonga y su herencia pasa de hijos a nietos.

Su linaje permanece fiel a la alianza del Señor. Para siempre existirá su descendencia y su gloria jamás se extinguirá."

Sirácide (44, 1. 9-13)

Imprenta El Farellón
Calle General Parra #280, Coyhaique, Chile
Fono +56 934 479 145

El Farellón Printing Press

If faith can move mountains, it can also keep them from moving.

Conversation with Ramón Muñoz Cárdenas.

Visit to Coyhaique

Last year, around this same time, I visited Coyhaique, in Chilean Patagonia. I had to go to the Cemetery of the Island of the Dead in Caleta Tortel to document the epitaph on a cross for a typographic rescue project. These kinds of trips are my favorite because you surrender to whatever may happen. Among the many things that happened, one day, while accompanying my friend Roco to a downtown bookstore, I saw a new edition of the Silabario Hispanoamericano by Adrián Dufflocq, a classic early learning book used in Chile to teach reading and writing.

I asked the saleswoman about the price, and she told me no one buys the silabario. At that moment, my friend Roco, already familiar with the saleswoman because he had been buying many materials for an exhibition he was preparing at the Regional Museum of Aysén, mentioned that I was a typographer.

"A typographer?" she asked.

I knew the question was because typography is an old technology and no longer a common trade.

"Yes, I design letters on the computer," I replied, anticipating her doubt.

"How lovely! Then you must go around the corner to El Farellón Printing Press," the saleswoman worked her magic.

I went searching for the print shop, which was on the same block. I entered a workshop—it felt like a cave, with machines and walls full of papers—and saw a man working there. Sometimes, words flow out of me too quickly, and other times I don't know what to say. This time, it was the latter. I didn't know how to start the conversation. I stood at the door, observing the old machines, trying to figure out what I was seeing. Then the man greeted me, and I simply asked if I could visit him the next day.

To give some context, Coyhaique is two and a half hours by plane south of Santiago (1,300 km); it's like going to Buenos Aires (1,100 km) or a three-day journey by land and sea, though that's another story. It was founded by pioneers on October 12, 1929, initially named Baquedano, and in 1934 it was renamed Coyhaique. So, it's a relatively young city. The pioneers aimed to build a nation, make use of the land, extract resources, build homes and streets...civilize. Civilization in those years was not conceived without the church and a printing press.

El Farellón Printing Press

The next day, I was welcomed by Ramón Muñoz Cárdenas, who was 73 years old that day, 74 by the time I'm writing this. I started my endless questions. Ramón was born in Chiloé, in San Javier, across from Dalcahue. In 1954, his family traveled south towards Comodoro Rivadavia, Argentina, drawn by the promises and dreams born from the progress of the oil boom. They stopped in Coyhaique and stayed.

Ramón started working at El Farellón Printing Press at age 15. The print shop was founded by the Vicariate of the Servants of Mary of the Catholic Church on October 12, 1962, by Father Alfonso Massignani, who was Ramón's mentor. The goal of the print shop was to produce a newspaper and assist with evangelization, the two classic purposes of printing presses. Over time, Ramón took over management. He continued with the original team, but as digital technology rose, the print shop declined, reducing its operations to just him.

Ramón told me that there was a time when they were in high demand for work: prayer cards, graduation keepsakes, announcements, cooperative statutes, political materials, and poetry books. When the work declined, the letterpress print shop survived thanks to the Internal Revenue Service for printing receipts, invoices, and purchase orders. Those continued to be printed with clichés and movable type. Now, as Ramón says, everything is computerized.

I was there for the letterpress workshop, so I kept closely observing the machines, which had become somewhat ineffective shelves for other workshop materials. Ramón noticed, showed me the machines, and turned on a motor. I usually see this as a ritual of initiation, an opening to detail, secrets, memory, and also, to the magic of the journey.

The workshop walls were full of images, photos of workers, keepsakes, prayer cards printed there, photos of people who were part of the print shop's history, photos of Ramón's motorcycles, and photos of the Artes Gráficas team. Imagine, a group of typographers so large they could form a team! And three machines—two Italian and one Chinese.

"Time has stopped here," he told me. "As you can see, the workshop looks almost the same as it did on its first day. The floor was dirt, but we added cement in some areas because of the mud. The first machine arrived, was placed here in the center, and the workshop was built around it. The machine was never moved again. Now the church wants to turn this into a museum. They've already told me I have to leave, but I've been prepared for that."

Faith and Progress Move Mountains

To me, a farellón was no different from a mountain, but a farellón is a unique rock formation that juts out from the sea or land. Outside Coyhaique, on the road to Puerto Aysén, there is a farellón. It's so prominent in the landscape that it inspired the name of the newspaper: El Farellón.

Farellones, relatives of mountains, shouldn't move. Hence the saying that faith moves mountains, though in reality, mountains do move—it’s just that we speak in human time units. Mountains have always moved, just at a speed the human eye can't detect. Another way to move mountains? Machines, cranes, and explosives. Give the order, and the landscape can change in days.

I was saying goodbye when I noticed a cross with a purple ribbon. Ramón told me it was a piece of the cloak of the Saint of Caguach.

"Protected. That's why this print shop has lasted so long," I said.

"Protected," he replied, "because they haven't been able to move me. This story is long. They've tried to evict me. They've tried to sell the print shop. I've stayed over time. So you see, sometimes faith moves mountains. Those without faith who go their own way—they don't do well. But those who have God in their lives, nothing can bring them down. I know because I've lived it. But now, in March, this place will close."

I think about the saying. I think about the mountain moving. In this case, El Farellón closing. Maybe the saying makes more sense this way: "If faith can move mountains, it can also keep a mountain from moving." Or, "If faith can move mountains, maybe it can keep El Farellón from closing."

The idea of a museum is a good one, but only if the machines keep printing.